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La Barcelona Cultural: el desafío del cambio de paradigma

La Barcelona Cultural: el desafío del cambio de paradigma

Alba Collado

VR & AR Account Manager, Mediapro

Mar Núñez

Departamento de Patrocinio y Mecenazgo, Fundación Joan Miró

La ciudad debe afrontar el cambio en el consumo cultural y proyectar su riqueza al mundo

Hablamos de Barcelona, sede de grandes festivales musicales, museos de arte de primerísimo nivel, capital editorial, referente de arquitectura moderna e impulsora universal de las artes escénicas como características principales. La metrópolis cuenta con atractivos culturales que la proyectan internacionalmente como referente de creación, experimentación y exhibición.

 

Pero, ¿qué hace Barcelona para reconocerse a sí misma? ¿Qué lugar ocupa la cultura en las vidas de sus ciudadanos?

La ciudad es el resultado de las personas que la habitan, que la hacen vibrar y respirar. Es cierto que, desde hace unos años, se ha detectado un alejamiento de la inquietud que despertaba la cultura en la ciudadanía y, sobre todo, en los más jóvenes. En este contexto, uno de los grandes desafíos de la cultura es enfrentarse al cambio de paradigma en el consumo cultural.

1.Nuevas tendencias de consumo de contenidos

Tradicionalmente el papel de las instituciones culturales consistía en ofrecer a los espectadores una oferta de contenidos relacionada con un consumo pasivo. De repente, nos encontramos frente a una extensa oferta cultural y más enriquecida con multiplicidad de canales y nuevas tendencias de consumo. Ahora nos dedicamos a:

  • Picotear. Antes escuchábamos las doce canciones del disco de la Oreja de Van Gogh y ahora escuchamos una playlist de Spotify. Muchas veces no sabemos ni quién está detrás de esta canción que tanto nos gusta.
  • Crear. Los propios espectadores son parte del proceso creativo. Creamos en Tik Tok, en Instagram, en Pinterest, en GaradgeBand y en otra infinidad de plataformas. Y lo más relevante, generamos contenido las 24 horas.
  • Colaborar. Existen conciertos con hologramas donde los propios fans componen las canciones del artista (e.g. Hatsune Miku). Estamos dejando atrás un modelo basado en el artista y entramos en modelos de cocreación.

2) Fusión mundo físico y digital

La pandemia ha provocado la urgencia de una transición digital. Nos ha obligado, a marchas forzadas, a utilizar la tecnología. ¿Quién no se conectó a ningún live durante el confinamiento? El Covid-19 nos ha impulsado a evolucionar hacia un modelo híbrido en el que coexisten las experiencias offline con las online. Sin embargo, existe la creencia de que estas acciones online no son rentables ni despiertan tantas emociones como todas las conocidas presenciales hasta ahora.

¿Quizás la fórmula no sea replicar el mismo esquema que funciona a nivel físico en el mundo digital? ¿Por qué no buscamos experiencias digitales distintas que abran nuevas visiones nunca imaginadas a las que el público estaba acostumbrado? Según Marko Daniel, Director de la Fundació Joan Miró, “es muy importante entender que la inversión digital es una inversión a futuro”.

3) Tecnología y datos

Alardeamos del Big Data pero son pocas las empresas que a la hora de la verdad limpian, organizan e interpretan sus datos. El Festival Cruïlla es el único festival de música con un centro de producción y control de datos a tiempo real. Su director, Jordi Herreruela, comentaba, en su conferencia ‘Innovación: sostenibilidad y economía circular’ de la Barcelona tech city, que debemos “dejar de ver el público como una masa para verlo como personas con nombres y apellidos que nos importan”.

Plataformas como Netflix y Spotify concentran su actividad alrededor de la gestión de sus audiencias. Éstas consiguen, como ya conocen al usuario, crear contenido específicamente para él. Le recomiendan algo le te puede gustar y en la mayoría de casos aciertan. Genís Roca, consultor y especialista en transformación digital, comentaba en una de sus conferencias “La cultura es mou”: “Hace falta una buena gestión de públicos. El dato hay que ganárselo y no capturarlo”. Los datos no sirven de nada si no se saben usar. Necesitamos usarlos para crear experiencias culturales que conecten con la gente.

El sector cultural, uno de los que más ha sufrido a causa de la pandemia, ha demostrado con creces que ha podido reinventarse. En Barcelona no falta talento, ni creatividad, ni energía para afrontar esta transición. Ahora más que nunca es imprescindible tener en cuenta y escuchar a las nuevas generaciones para entender su forma de vivir y de socializarse. El sector necesita a gente joven dentro de sus instituciones para generar un cambio intrínseco dentro de la estructura.

Hay que impulsar y dinamizar la cultura: la nuestra y la que no conocemos, la de ayer, la de hoy y la de mañana. Y, sobre todo, es importante saber proyectar esta riqueza a nivel internacional para transmitir el magnetismo de esta maravillosa ciudad.

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